Fiesta de las Carreritas

Cultura y Fiestas Mayores

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Fiesta de las Carreritas

La historia de un pueblo está poderosamente marcada por el desarrollo de ciertos acontecimientos puramente autóctonos que se configuran como instrumento hilvanador de generaciones y como hilo vertebrador de la sociedad por su aportación en ámbitos tan diversos como la gastronomía, el arte, la tradición, la música, la iconografía, etc.

De esta forma, la historia de nuestra localidad hay que estudiarla a través del prisma de su celebración más peculiar: “Las Carreritas”, una festividad que comienza a ser reconocida por las diferentes instituciones como una de las más significativas no sólo de la provincia de Sevilla sino también de España.

Las Fiestas del Domingo de Resurrección en Pilas, más conocidas como  “Las Carreritas” , fueron nombradas Fiesta de Interés Turístico Nacional de Andalucía tras una resolución de 9 de diciembre de 1998 de la Dirección General de Fomento y Promoción Turística de la Consejería de Turismo y Deporte de la Junta de Andalucía en la que se afirma que “ha quedado suficientemente acreditado de la documentación presentada por el Ayuntamiento de Pilas (Sevilla) que en la Fiesta de las Carreritas de dicha localidad existen caracteres de antigüedad en su celebración, originalidad y diversidad de actos que suponen manifestación de valores propios y de tradición popular de interés turístico”.

La documentación, presentada el día 29 de abril del pasado año, contiene la información existente sobre la festividad conseguida tras un amplio trabajo de investigación y encaminada a destacar valores como la tradición popular, el atractivo turístico, la antigüedad, la continuidad, la originalidad, la diversidad de actos, el reconocido valor antropológico, la intervención de hermandades e imágenes que se remontan a los siglos XVI, XVII y XVIII, las peculiaridades gastronómicas, las referencias en los medios de comunicación y, lo que es más importante, el unánime e indiscutible reconocimiento de los habitantes de Pilas del Domingo de Resurrección como el “día grande y esperado” del año.

En la memoria presentada ante la Dirección General de Fomento y Promoción Turística se narran de la siguiente forma los acontecimientos que ocurren en la actualidad:

“En torno a las 7 de la mañana, y una vez avisados los pileños a través de pasacalles de las bandas de música, comienzan a congregarse alrededor de los pasos del Dulce Nombre de Jesús o “Niño-Dios de las Carreritas” y de la Virgen de Belén los habitantes más jóvenes, la mayoría de ellos aún sin dormir, para “pujar” por llevar los mangos de los pasos durante “Las Carreritas”.

La puja continúa mientras los pasos avanzan lenta y multitudinariamente hacia la Plaza Mayor. En el trayecto se suceden los repartos de garrapiñadas, los vaivenes en el paso del “Niño-Dios” y la continua afluencia de personas que, antes de posicionarse en la Plaza Mayor, acuden a contemplar el estado y posición de los pasos.

Hacia las diez de la mañana - el horario varía lógicamente cada año en función de los propios pileños - los dos pasos se acercan a la Plaza Mayor y se colocan de frente en sendas bocacalles que configuran las esquinas de la Plaza.

De un lado, más cercano a la Ermita, el palio de la Virgen de Belén, ligero, con más movilidad que el que luce en Semana Santa y adquirido especialmente para la Fiesta, es llevado a hombros por pileños adultos después de un recorrido de unos 100 metros por calles engalanadas y con unos pileños enfervorizados ante la procesión, los cuales demuestran su veneración con el lanzamiento de pétalos desde los balcones.

Por otro lado, el “Niño-Dios de Las Carreritas”, mecido hasta la saciedad por unos pileños de edad adolescente que, más que avanzar, retroceden intentando prolongar “Las Carreritas” en medio de un ambiente de jolgorio colectivo controlado por los responsables del templete procesional. En cuanto al Niño Jesús, “lo más significativo del ritual es la sustitución de la imagen de Cristo Resucitado por la del Niño Jesús. Tal costumbre puede relacionarse con la importancia que desde la Contrarreforma adquirió la figura de Jesús Niño como imagen que, según los atributos y vestidos que se le pusieran, podía ser gloriosa o penitencial” (Gómez Lara, Manuel y Jiménez Barrientos, Jorge: “Semana Santa en Sevilla”. Págs. 313-314. Comisaría de la Ciudad de Sevilla para 1992. Sevilla. 1992).

El encuentro entre ambos llega finalmente ante la Plaza Mayor, en la que los pileños ya se encuentran posicionados en los lugares idóneos para ver “correr” los pasos. La Plaza presenta un aspecto inmejorable compuesto por la multitudinaria presencia de pileños y habitantes de localidades vecinas, todos ellos luciendo sus mejores galas, las colgaduras que adornan los abarrotados balcones de los alrededores, las bandas de música que se sitúan ante la efigie del Sagrado Corazón de Jesús y la animación generalizada de los asistentes.

En el lado de la Plaza en el que confluyen las calles Amelia de Vilallonga y Luis de Medina se sitúan frente a frente los dos pasos a una distancia de unos 25 metros en cuyo centro se colocan los estandartes de las dos Hermandades que intervienen: La Hermandad de la Veracruz y la de la Soledad.

“Las Carreritas” comienzan cuando los estandartes mencionados son inclinados ligeramente, momento en el que los portadores de ambos pasos se esfuerzan por ir al encuentro del contrario en un acto que supone una especie de abrazo simbólico entre la Virgen y su Hijo resucitado.

Una vez realizadas un número indeterminado de “carreras”, que no suelen sobrepasar las ocho a pesar del inconformismo que muestran los jóvenes portadores del paso del “Niño-Dios”, ambas imágenes se dirigen hacia la Iglesia Parroquial. Allí se celebra una multitudinaria celebración religiosa presidida por la Virgen de Belén.

Tras ella, y mientras los pileños suelen almorzar en familia o en grupos de amigos en la localidad de Pilas o las de su entorno, la Virgen permanece en la Iglesia hasta el atardecer.

Por la tarde, la celebración se reanuda con la salida de la Virgen de Belén de la Iglesia Parroquial para volver a su Ermita tras un recorrido glorioso por las calles del pueblo (Amelia de Vilallonga, María Auxiliadora, Tartessos, Don Juan II, San Fernando, Cabo Anguas, Avenida Pío XII, Nuestra Señora de Fátima, Luis de Medina, Plaza Mayor y Pineda). Una vez instalada en la portada principal de la Ermita, tiene lugar la ancestral costumbre de rifar ramos de claveles donados por particulares y organizaciones pileñas, destacando la expectación que despiertan los que han acompañado a la Virgen bien en sus manos o bien en sus pies.

El punto final del Domingo de Resurrección llega con otro acontecimiento tradicional del que se tiene constancia impresa en el seno de la Hermandad de la Veracruz desde los últimos años del siglo pasado: un espectáculo pirotécnico con fuegos artificiales instalados en la misma Plaza de Belén y que anuncia al pueblo el feliz desenlace del “Domingo de Carreritas”.

La tradición se convierte pues en uno de los principales elementos que configuran la peculiaridad de la Semana Santa pileña y, en especial, del “Domingo de Carreritas”. Pocos municipios pueden vanagloriarse de reunir en un mismo día actividades tan autóctonas y singulares como la puja para llevar el paso, el reparto de garrapiñadas, la rifa de los claveles que han acompañado a la Patrona de Pilas en su procesión de gloria, etc...”.

Debido al carácter tradicional de la festividad del Domingo de Resurrección, los acontecimientos narrados sufren modificaciones a lo largo del tiempo. Así, todas las celebraciones religiosas de este tipo se vieron afectadas, entre otras cosas, por el Concilio Vaticano II (1962-1965) y por la reforma litúrgica de 1956. En ésta, se consagró el Sábado como día pasionista y se suprimieron todo tipo de actos gloriosos para el Sábado. Si bien antes de esta reforma los oficios religiosos celebrados por la Resurrección de Jesucristo se celebraban en la mañana del sábado, tras ella pasan a la noche del propio sábado. Esta decisión eclesiástica influyó decisivamente en “Las Carreritas”, las cuales perdieron acontecimientos tan singulares como el “Rompevelo”, la Quema de Judas o el traslado del “Niño-Dios” desde la Ermita a la Iglesia en la tarde del Sábado Santo, antes denominado de Gloria.

En concreto y siguiendo la mencionada memoria presentada por la Delegación de Cultura del Ayuntamiento de Pilas, el desarrollo del Sábado Santo y Domingo de Resurrección quedaba de la siguiente forma:

“El conjunto de celebraciones que se conocían con el nombre popular de “Carreritas” en la antigüedad iniciaba sus actos en la mañana del Sábado, antes denominado “de Gloria”. Hacia las diez de la mañana se celebraba una Solemne Función de Resurrección que era denominada por los pileños el “Rompevelo”, ya que en el Altar Mayor de la Parroquia se colocaba una especie de cortina o velo de color morado y de grandes dimensiones que se descorría simbolizando la Resurrección de Jesús. Tras este momento, comenzaba una sonora ceremonia popular consistente en el lanzamiento continuo de cohetes, el repique de campanas y la iluminación de algunas zonas de la Iglesia que durante la Semana Santa había permanecido en penumbras.

Una vez terminada la eucaristía matinal, comenzaba un acto que todavía hoy se conserva en localidades sevillanas como Almadén de la Plata, Castilblanco de los Arroyos o Coripe o en la onubense de Hinojos, muy cercana a la de Pilas. En el centro de la Plaza del Cabildo, lugar que se encuentra entre la Iglesia y la Ermita de Belén, se colgaba un muñeco de trapo que simbolizaba a Judas. Esta figura era tiroteada y quemada entre el clamor popular en un acto en el que los pileños “se vengaban” en nombre de Jesucristo.

Al atardecer, la figura del Dulce Nombre de Jesús se trasladaba desde la Ermita de Belén, lugar al que había sido llevado de forma oculta en la tarde del Viernes Santo, hasta la Iglesia Parroquial en un recorrido corto pero intenso y duradero. El traslado de la imagen era aprovechado para realizar la puja por los mangos del templete procesional. De esta forma, los ganadores de la puja portaban el paso durante “Las Carreritas”.

El Domingo de Resurrección tenía lugar “Las Carreritas” al rayar el alba, casi de madrugada. La Virgen era la primera en salir de su templo, algo que hacía cuando todavía dominaba la noche. Durante la procesión gloriosa se efectuaban las pujas para portar los manguillos del paso, al tiempo que se repartían garrapiñadas - destacando en este sentido las del “Niño-Dios” que eran de aspecto rugoso y que eran fabricadas en la casa de Juan de la Rosa y sus antecesores, familia pileña muy vinculada a la Hermandad de la Soledad - en un ambiente festivo entre calles engalanadas y jolgorio colectivo. Una vez ubicada la Virgen de Belén en la bocacalle habitual donde inicia el núcleo central de la celebración, era trasladado el “Niño-Dios” desde la Iglesia, siendo portado por los pileños que habían “ganado la puja” la noche anterior.

A partir de ahí, los actos han llegado hasta nuestros días en condiciones similares a la actualidad. En este sentido, actos que se celebraban anteriormente y que siguen realizándose son: la Función de Resurrección que comienza tras “Las Carreritas”, la salida en procesión de la Virgen de Belén para su traslado a la Ermita, si bien en la antigüedad el recorrido era menor (cruzando las actuales calles Amelia de Vilallonga, Plaza Mayor, Pineda y Ermita de Belén), la rifa de claveles ante la Ermita y el lanzamiento de fuegos artificiales.

El lunes siguiente también gozaba de singularidad propia en el pueblo de Pilas. Los jóvenes se levantaban temprano para buscar en el lugar de la plaza de Belén donde habían estado colocados los fuegos artificiales los residuos de éstos, con objeto de quemar los trozos que en la noche anterior no ardieron. Esta actividad ha dado nombre al Lunes de Pascua, llamándose entre los pileños “Lunes de estopines”. El estopín es un canuto relleno de mixto que se introducía en el oído del cañón para darle fuego .” En pleno municipal celebrado en septiembre de 2004, se declara como fiesta local, el lunes de Estopines.

Las Fiestas del Domingo de Resurrección aporta, además del valor simbólico y religioso ya expresado, una importante riqueza antropológica - ornamentación especial en el pueblo, puja posterior por claveles donados por diferentes instituciones a la Virgen, llegada de pileños que viven en otros puntos, etc. -, musical - participación de la Sociedad Filarmónica de Pilas, de la Banda de Cornetas y Tambores Cristo de la Veracruz, etc. -, gastronómica - reparto de “tortas de hornazo” y garrapiñadas - y tradicionales - recorrido posterior de la Virgen por las calles del pueblo, etc. -, que la convierten en una festividad sin parangón.